El Día de Júpiter
TRUJILLO ES UN TESORO: LAS TIERRAS ALTAS
Francisco González Cruz
Trujillo tiene otro de sus tesoros en sus tierras altas, que son las que están arriba de los 1.500 metros sobre el nivel del mar y están conformadas por las altas montañas, los valles altos y los páramos.
El paisaje es dominado por las gigantescas moles andinas y los profundos valles de una geografía imponente, que a veces se suaviza en los fecundos valles glaciares o peri glaciares.
Al este están las serranías de Calderas y del Rosario, al centro la Cordillera de Trujillo y al oeste la Sierra de la Culata. Desde estas inmensas elevaciones se desprenden cientos de serranías, la mayoría coronadas por páramos: Juan Martín y la Estrella; Durí y Las Porqueras; los Torres y El Tomón;Tuñame, el Pajarito y Visún; El Tostao, Chorro Blanco y Cabimbú; el Riecito y Ortiz; Guaramacal y Agua Fría; Río Negro y Caracoles; el Juviote y Miquía, Cendé y Agua de Obispos, por citar algunos.
Son los reinos de la neblina y de los bosques húmedos de intricada foresta. También de chirivitales donde la exagerada pendiente o el frío y la ventisca no dejan sostener plantas más altas. Y arriba del frailejón, el coloradito, los alisares, el abrojo y otras especias adaptadas el frío intenso.
Donde se suavizan las faldas o se entienden los valles se encuentran los sembradíos para que la gente del campo coseche alimentos que van luego a alimentar a Venezuela. En siembras de tempero o con el riego que llevan de nacientes y quebradas, se producen hortalizas, papas, fresas, moras, duraznos, tomate de árbol, flores, arvejas y muchos otros rubros.
Trujillo es el primero productor nacional de remolacha, de repollo y de lechuga, de fresa. También es importante en papa, zanahoria, brócoli, ajo porro y otras treinta variedades de hortalizas. Antes, cuando Venezuela no era petrolera y no era fácil importar, aquí se producía trigo y en todas estas partes se veían los molinos produciendo harina. Y se producía avena, cebada y garbanzos.
Los pueblos de las zonas altas son pequeños, de blancas casas pegadas unas a otras como para darse calor. O aldeas aquí y allá, o casas esparcidas con las finquitas. Y sus Lugares serenos. La gente es trabajadora y no sabe de frío o calor, de lluvia o sol, porque las sementeras no esperan.
Todo el paisaje resultante de las complejas relaciones entre las montañas y los ríos, el frío y las ventiscas, el poblamiento, las siembras, las casas y los caminos, los acogedores templos, las costumbres impuestas por el calendario y las creencias, es espléndido, conmovedor, admirable. Es una síntesis que cautiva y es bueno para el sano turismo, el que busca sosiego.
Y así como en Mérida – según las premoniciones de Don Tulio – sus cinco águilas blancas levantarán el vuelo, aquí también la falta de cuidado nos está deteriorando estos tesoros. Preservar las tierras altas es un imperativo de todos.
FGC/febrero 2015