Recorrer al estado Trujillo es un viaje por la diversidad. Cada lugar es único e irrepetible. Incluso el mismo lugar, a distintas horas, es diferente. Los trujillanos tenemos unas maravillas en sus paisajes, climas, centros poblados y en sus múltiples panoramas. Y, por supuesto, en su gente. Solo hay que andar y andar por sus mil rutas para darse cuenta de la generosidad del creador con esta tierra de los Cuicas y Maria Santísima. Mirar con buenos ojos en todas las direcciones de un tapiz multicolor y de muchas formas, te lleva a la contemplación de una geografía entrañable.
Los cuatro puntos cardinales son la referencia desde donde se despliegan esta maravillas. Desde las cálidas costas del Lago de Maracaibo al oeste hasta los fríos paramos de la Cordillera de Trujillo al este, desde las áridas tierras norteñas hasta las húmedas del sur, cada trozo del mosaico trujillano se nos ofrece generoso para lo que decida la laboriosidad y el cuidado de
quienes lo habitamos.
Los extensos humedales de los bordes sur lacustres – en lamentable retroceso – representan un patrimonio maravilloso en sus compleja ecología, unos de los tesoros de la tierra. Allí la intensa vida de los microorganismos, la verdísima vegetación anfibia, las poblaciones de insectos, peces, reptiles, mamíferos, aves y otros seres vivos son la síntesis más densamente rica de la creación. Éramos ricos en
estos humedales y es necesario preservar los que nos quedan.
Las dilatadas llanuras desde el río Pocó al Sur hasta el Motatán de los Negros al norte representan un valiosísimo recurso natural que con el buen trabajo de la gente puede producir alimentos para satisfacer las necesidades de la población venezolana y para exportar, pues allí hay más de trescientas mil hectáreas de suelos óptimos, con abundantes recursos de agua. En un mundo necesitado de alimentos este es un tesoro inapreciable.
Los extensos piedemontes y las primeras faldas de las serranías – el bosque premontano y montano – eran los dominios del café y los frutales. La caficultura representa lo mejor de la cultura andina, pues aparte de ser un cultivo altamente ecológico genera una sociedad solidaria y emprendedora. Las malas políticas oficiales, junto a la broca y la roya, ha hecho todo lo posible por destruir esta actividad tan conveniente, sin embargo allí están las tierras, el clima y la gente esperando que el gobierno al menos no estorbe tanto.
Mas arriba están la tierra fría, una fecunda realidad que persiste heroicamente y cubre de mil tonalidades de verde la geografía de los valles altos. Otro tesoro social, económico y paisajístico de Trujillo. Y más arriba aún están los páramos que es el reino del frailejón, la papa y de las fresas. Y de las conmovedoras visuales de nuestra imponente geografía.
Trujillo es un tesoro pero mucho de él aún hay que encontrarlo con buenos y desafiantes planes de desarrollo, con investigaciones serias sobre su realidad y sus potencialidades, con propuestas de calidad. Trujillo además del lugar de la paz , el bien más preciado que busca la humanidad, puede ser abastecedora segura y confiable de alimentos, para lo cual se requiere orientaciones claras sobre las estrategias a seguir.
En la sociedad del conocimiento la producción de alimentos orgánicos, ecológicos, sanos y de calidad puede ser una alternativa muy atractiva para avanzar en el buscado bienestar de los trujillanos, y en aquilatar su participación en el bienestar nacional y global. Esta geografía entrañable está destinada a ello. Solo falta que los trujillanos nos demos cuenta y nos pongamos en marcha.
FGC/enero 2015